La Bienal de Cuenca es un hito indiscutible para la reflexión política alternativa desde el Sur y para el desarrollo entre las artes y los artistas contemporáneos no solo de Ecuador sino a nivel internacional. Pertenecemos a la tercera oleada de bienales del Sur después de las de Sidney y Medellín en las décadas del 60 y 70. Nacimos en 1986 y llevamos un número record de ediciones: 13 ediciones desde entonces.
La Bienal consolida al país y a la ciudad de Cuenca no solo como un destino de “turismo temporal de jubilados” o de paso, sino como un centro para pensar en la contemporaneidad, generar nuevo conocimiento y crear alianzas que promuevan pensamiento crítico y en muchas ocasiones luchas contra el adormecimiento capitalista. Son lugares cruciales para las prácticas de arte contemporáneo, para tejer las historias del arte y las curatoriales de nuestro continente. En estas citas, y todo el despliegue educativo y comunicacional entre una y otra bienal (además de los días de exposición), se busca establecer zonas de agencia y creación, no solo de exhibición de la pobreza y explotación, aunque también estos aspectos son cruciales. Son formas de hacer política por otros medios, formas de descolonización. Y a pesar de que toda bienal de alguna manera usa un formato colonial también busca superarlo, debatir en contra.
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