Una tina de arcilla (barbotina que usan los ceramistas) disuelta en agua reposaba en el piso. Benvenuto Chavajay, artista guatemalteco, salió desnudo y untó el lodo por todo su cuerpo. Empezó por sus pies, rodillas, piernas, cintura y torso. Para cubrir la espalda y cabeza le asistió Darwin Guerrero.
Convertido en un “hombre de barro”, se puso un cubre boca y abandonó el patio de la Casa Bienal para caminar por la calle Bolívar y llegar al edificio de la Gobernación del Azuay. “Un hombre forrado de barro caminando por la calle” era la admiración y curiosidad de los transeúntes.
¿Por qué hacía esto? Porque en el mundo maya, de donde viene el artista, revestirse con el polvo es hablar con la tierra, y además, porque la acción artística de Benvenuto fue una forma de activar a la ciudadanía, a las autoridades, a los gobiernos, para mirar al arte, a la cultura, con la visión de desarrollo, con un mayor apoyo económico y logístico.
“Al arte y la cultura siempre lo toman de menos y si somos indígenas peor todavía, nos han silenciado por décadas, siempre ponen atención a las obras grises (edificios), pero el arte y la cultura es lo más importante porque allí sale y está toda la vivencia de un pueblo, de una nación, la cultura unifica mientras las políticas dividen”, dice el artista guatemalteco, quien llegó a Cuenca en el marco de afinar detalles para la obra que presentará en la décimo cuarta edición.
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